A raíz de la formación y el asesoramiento de la Universidad de Manresa, el equipo de Infantil hicimos un cambio de enfoque a la hora de trabajar la ciencia en esta etapa. Así pues, nuestro objetivo fundamental es desvelar la curiosidad y la capacidad de observar y hacerse preguntas desde una mirada científica de nuestros niños.
Así fue como creamos nuestro LAB o espacio de ciencia. Este es un espacio de libre circulación, donde hay propuestas creadas con material real y natural (maderas, hojas...) que invitan a los niños a interaccionar jugando. Las propuestas ofrecen retos que, en su resolución, llevan a movilizar conceptos científicos, ideas sobre algún ámbito de la ciencia, pero a través del juego.
Por ejemplo, en un LAB de luz que creamos, había diversidad de tubos (rectos, curvilíneos...) y la propuesta invitaba a hacer pasar la luz de una linterna a través de los tubos, para ver si esta llegaba al otro lado para hacer diana a la pared. Después de probar y experimentar las diferentes opciones, los niños se daban cuenta de que la luz sólo pasaba a través del tubo recto. Ante la pregunta: “Y como es esto?” La respuesta de los niños era: “es que la luz no sabe girar”. Esta es una respuesta brillante que muestra como el alumno ha entendido perfectamente que la luz se propaga en línea recta, pero ha llegado al concepto a través de la experimentación y de su propia observación y razonamiento. En otro modelo de educación, quizás hubiéramos empezado diciendo “la luz se propaga en línea recta”, respondiendo así a una pregunta que los niños aún no se habrían hecho y matando, por tanto, la curiosidad innata que tienen hacia estos fenómenos.
En el espacio de ciencia, el rol del adulto no es dar respuestas, sino provocar y potenciar esta curiosidad, guiar al niño para que se haga preguntas e intente encontrar la respuesta a través de la experimentación.